Claudio Naranjo
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La fe ingenua de los engañados

El miedo y la confianza como mecanismos de legitimación del sistema.

 

 

 

Fuente original: Wall Street International Economía y Política

En síntesis: el orden establecido siempre ha dependido de una implícita fe por parte de las mayorías, por más que en el mundo contemporáneo esta fe haya venido debilitándose y por más que en nuestro momento histórico se vaya convirtiendo en duda o al menos en un no saber; y ¿no significa esto que puede un día desaparecer la base necesaria para la legitimización, tanto de nuestro sistema político como de nuestra economía, que en este se sustenta? Podemos decir, por ello, que la confianza en los líderes y en el orden establecido por ellos no sólo ha sido en el pasado uno de los fundamentos del orden económico, sino que el futuro debilitamiento de esta confianza tradicional pudiera constituir una puerta hacia un nuevo mundo.

Si bien la fe inocente de los niños en un padre bueno ha sido una componente intrínseca del orden patriarcal, al darnos cuenta hoy en día del orden patriarcal que ha dominado el mundo con su mala autoridad, ya no queremos padres ni malos ni buenos. Pero creo que debemos cuidarnos de la tentación de un anti-autoritarismo ciego. Y así como fue un error de Marx el permitir la puesta en marcha de una dictadura del proletariado de carácter anti intelectual (cuando fueron originalmente los intelectuales el verdadero sostén de la revolución) me parece un error el pensamiento anarquista para el cual el ideal político es simplemente la ausencia de gobierno.

Se ha hecho presente esta ideología anárquica en el movimiento del 15M y otros afines, en que se espera la reorganización de la sociedad a partir del diálogo democrático. Fui testigo ya en los años 80 de los ensayos de Carl Rogers como facilitador de un proceso de auto organización de grandes grupos y ello me dejó la convicción de que, por lo menos en grupos terapéuticos, puede servir mucho una autoridad bien dosificada. Y estoy de acuerdo con Slavoj Žižek, que en un reciente articulo plantea que no es completamente cierto que la gente conozca suficientemente bien sus deseos y que son los auténticos líderes quienes tienen la virtud de reflejarle a las gentes lo que quieren.

En vista de tales consideraciones, pienso que pueda ser inspirador el pensamiento de que así como se puede aspirar a una familia heterárquica en que no mande ni el padre, ni la madre ni el hijo, sino que se llegue a un orden feliz, funcional y equilibrado entre ellos; así podemos aspirar también a un orden político heterárquico en que estén equilibradas las voces de la autoridad central, de la comunidad y el individuo sobre si mismo.