Origen de la Experiencia: Necesidad, conflicto o carencia inicial

Casualmente (y no creo en las casualidades), hace un par de veranos haciendo una limpieza en los fondos de los armarios del aula encontré 26 cuadernos tamaño A5 sin estrenar y enseguida me vino aquel documental a la cabeza, así que puse en práctica algo a modo experimental que se acabó convirtiendo en una de las actividades de todo el curso más importantes para mí pero especialmente para mis alumnos.

El primer día de clase repartí los cuadernos argumentando que era un “regalo” que les hacía. Les dije que el cuaderno iba a ser un diario, pero no un diario personal sino un lugar en el que escribir sus emociones para luego ser compartidas. No es tan importante saber qué habéis hecho sino cómo os habéis sentido, les decía. Escribíamos el diario dos o tres veces por semana, aunque si nos sucedía algo especial o simplemente nos apetecía podíamos leer a diario. La lectura se hacía a primera hora de la mañana y era opcional. En un principio hubo algunos alumnos que mostraron resistencia a leer, pero con el paso de los días cada vez eran más los que se animaban y ya en las escaleras me decían: ¡Iñaki, hoy necesito leer el diario! Los primeros días de septiembre la producción escrita era simple, básica, conforme iban pasando las semanas ya  no solo se referían a emociones básicas sino que acudían a emociones más sutiles  y las expresaban con vocabulario más complejo. A la hora de leer el silencio se producía en la clase como en ningún otro momento de la semana, el respeto a lo que los demás contaban era absoluto y al final de cada intervención aplaudíamos y yo les agradecía la confianza por contárnoslo.

Descripción de la Experiencia: personas involucradas, recursos utilizados, tiempo, etc.

A lo largo del curso sucedieron diversos acontecimientos que nos regalaron momentos especialmente intensos en los que los alumnos rompían a llorar siendo acogidos con los abrazos del resto de compañeros. Otros eran pequeños conflictos que sucedían en el aula o en patio y sin apenas intervenir les decía: Escribe cómo te sientes en el diario y mañana lo lees. Recuerda ser asertivo y no culpar o juzgar. Simplemente con la lectura cómo se habían sentido y explicando sus motivos los involucrados en el conflicto acababan fundiéndose en un abrazo… Yo pensaba para mí: ¡Esto es pura magia! Yo no he hecho nada y ya se han arreglado.

Aunque muchas intervenciones eran sobre cosas divertidas o positivas, el fallecimiento de una alumna de 1º por causa del cáncer, el suicidio de un ex -alumno dos años mayor que ellos, los relatos de funerales de abuelos, la marcha de un compañero al extranjero a final de curso o el propio relato de un profesor de prácticas en el que nos confesó un problema físico y sus dificultades para superarlo de niño fueron acontecimientos importantes con los que los alumnos pudieron reconocer mejor sus emociones, ponerles nombre, compartirlas y, de este modo, desahogarse, liberarse de dolor o angustia, desarrollar la empatía, tolerar mejor la frustración y como decía el propio Kanamori establecer vínculos. Vínculos que en su nueva etapa en secundaria les servirán para sentirse aceptados, comprendidos, queridos y de este modo prevenir o evitar posibles situaciones de injusticia que tanto se dan en la adolescencia.

Como he dicho al inicio de este texto estos cuadernos eran un regalo, probablemente cuando sean leídos dentro de diez o veinte años cobrarán más valor, lo que yo no sabía era que realmente el regalo me lo estaba haciendo a mí mismo al poder tener el lujo compartir estas maravillosas experiencias.