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Del contacto con uno mismo y con el otro a la educación

"el sufrimiento y el mal proceden de la ignorancia..."

África Manzano, inició su intervención reconociendo “estoy nerviosa. A pesar de haber estado tantos años encima de una tarima, estoy nerviosa”, y añadió “si me pongo en contacto con lo que me está pasando, me doy cuenta de que estoy nerviosa por una serie de motivos, unos más neuróticos y otros más profundos”. De esta forma mostraba experiencialmente lo que es para ella la Gestalt: una forma de vida que nos procura el contacto con nosotros mismos, lo cual, aplicado en la enseñanza, nos da la posibilidad de hacernos cargo de cuáles son nuestras necesidades.

Así mismo se dirigió a los presentes preguntándonos cómo nos sentíamos, qué esperábamos del encuentro que estábamos teniendo, cómo estaba nuestro cuerpo, qué fantasmas o ruido internos nos acompañaban… como una manera de ejemplificar también la interrelación que el profesor establece con los alumnos a través de los principios de la gestalt.

África Manzano, Licenciada en Medicina y que ha presentado su tesina Del vacío al vacío fértil: Una experiencia educativa el pasado mayo en el Congreso Nacional de Gestalt celebrado en Cáceres, expuso su visión de esta terapia como una aproximación humanista que entiende al ser humano desde una triple perspectiva biológica, psicológica y social. Ha sido profesora de Enseñanza Secundaria en la especialidad de Intervención Sociocomunitaria y manifestó que ha tenido la suerte, -aunque con más retraso del que le hubiera gustado-, de poder combinar esta formación y actividad docente con la formación personal que la gestalt, el Programa SAT y la pedagogía sistémica le han proporcionado.

Así mismo, la conferenciante confesó haberse iniciado en la Gestalt como un camino de búsqueda para salir de su insatisfacción como docente, y que ahora una de sus motivaciones internas es “ir dando todo lo que he recibido”. Después de 26 años de profesora de Secundaria y de haber dado clase en el Ciclo de Educadores Infantiles, donde tuvo la suerte tratar con temas coincidentes con aquellos en los que se estaba formando, tales como el desarrollo afectivo,  el emocional, las habilidades sociales… le llegó el momento hacerse la pregunta con la que tituló su intervención: ¿Responde la escuela a las necesidades del alumnado? África, actualmente terapeuta, parte para responder a este interrogante del hecho de que, en principio, los docentes están para complementar la labor de la familia. En efecto, los docentes aportan sus conocimientos específicos para crear personas autónomas. Estos conocimientos no pertenecen por lo general al acervo formativo de los padres

En segundo lugar,  la escuela aporta otra cosa fuera del alcance de los hogares, como son las normas sociales de necesario cumplimiento para su correcto funcionamiento, puesto que “en la escuela no estamos con nuestra familia, sino con personas extrañas”. Pero después de exponer estas funciones formativas y socializadoras, nos encontramos con un mundo en crisis y con un conjunto de problemáticas que cada vez más agudamente sacuden a la escuela. La contaminación, la inestabilidad internacional, el acoso escolar, el abuso hacia la mujer, el llamado fracaso escolar, la violencia… son sólo algunos ejemplos de estos temas de relevancia social y escolar. Según África Manzano, el docente se ha plantear qué lugar ocupa en medio de este sistema catastrófico que hemos creado. “¿Dónde me sitúo yo?”, sería la pregunta. Parece ser que no siempre se produce esta toma de contacto en el mundo de la enseñanza, por no entrar a plantearnos de si en la familia ocurre otro tanto.

La terapeuta prosiguió afirmando que a los docentes se les va exigiendo más y más: que se ocupen de la educación de la salud, de la educación sexual, de la vial, de la emocional… “Bien, ¿tenemos que hacerlo todo?”, se pregunta. Esto va creando malestar y abonando en la profesión el sentimiento de no estar valorados. Por otra parte, las familias, los padres “muchas veces no nos exponen sus necesidades, sino sus exigencias”.

Ante este panorama, la conferenciante aboga por la toma de conciencia por parte de los docentes de sus propias necesidades. Y en busca de apoyo teórico o filosófico e instrumental acude a una frase de Buda, a las enseñanzas de Claudio Naranjo y a la Gestalt. La frase es que el sufrimiento y el mal proceden de la ignorancia. Pero el conocimiento con el que iluminar la ignorancia no es el que podemos obtener tan fácilmente de la Wikipedia, sino que es el autoconocimiento. Por ejemplo, “¿qué me pasa cuando me informan en un claustro de que me van a rebajar el sueldo?, ¿qué me pasa cuando me dan la tutoría de 1º de la ESO?”. África Manzano afirma que “si como profesionales no estamos en contacto con nosotros, no sabremos las necesidades del otro”.

Convencida como está de que las leyes educativas se hacen a espaldas de la comunidad educativa real, sólo la transformación de la conciencia del profesorado puede hacer que, en efecto, la enseñanza responda a las necesidades del alumnado. Recordó la conferenciante cómo Claudio Naranjo empezó dirigiéndose a los ámbitos del poder para iniciar la transformación de la enseñanza y cómo pronto reconoció su error. A pesar de las apariencias progresistas  o, en su caso, de funcionalidad exitosa con que tanto gusta a unos y a otros aderezar las políticas de enseñanza, lo cierto es que esta -la enseñanza- sigue siendo la institución inmovilista por excelencia. Luego Naranjo vio que el cambio podía venir por la formación del profesorado, pero no en un sentido digamos curricular. El cambio puede estar en el contacto entre profesor y alumno, ya que, en palabras de África, “de manera consciente enseñamos lo que sabemos, y de manera inconsciente transmitimos lo que somos y quiénes somos. Así, transmitimos si somos rígidos, flexibles, si escuchamos, si no…”

Finalmente, la ponente argumentó cómo la Gestalt puede conseguir esa transformación de la conciencia del profesor por medio de sus tres pilares fundamentales: el darse cuenta (un darse cuenta que va ahondando de lo mental a lo físico pasando por lo emocional), el vivir en el presente (“porque lo demás son fantasías o recuerdos, -con capacidad movilizadora, sí-, pero no en el ahora”) y la responsabilidad, “ya que no vale responsabilizar a otros de lo que sentimos, pensamos, hacemos o no hacemos”.